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viernes, 17 de septiembre de 2010

Valores (3): Adaptando tus valores a tus objetivos

Reexamina tus valores
Ahora viene la parte especialmente interesante: puedes cambiar tus valores. Puedes elegir tus valores de manera consciente, e incluso cambiarlos radicalmente si así lo deseas. Tú no eres tus valores. Al igual que no eres tus pensamientos sino aquel que los piensa, tus valores son simplemente una brújula; no son tú.
Consideremos ahora la siguiente pregunta: ¿Para qué querrías cambiar tus valores?
Puede que desees modificar tus valores cuando comprendas y aceptes hacia donde te están llevando y te des cuenta de que un valor determinado te puede impedir llegar a la “mejor” vida que puedas concebir. Tu “mejor” vida es una lista de los destinos que deseas alcanzar, el “mejor” destino final que puedas concebir para ti. Tus valores son una medida de la dirección en la que te estás moviendo actualmente. En muchos casos ambas cosas son incongruentes, lo que significa que tus valores actuales están desalineados con la “mejor” vida que puedes llevar.
Puede que pienses que los valores son algo poco menos que irrelevantes, pero en el curso de las próximas décadas, elegir moverse en una dirección o en otra puede generar grandes diferencias. Imagina que apuntas con una flecha a una diana. Puede que pienses que una pequeña desviación, de apenas unos milímetros, tenga poca importancia. La realidad es que una pequeña desviación puede significar no ya que dejes de acertar en el centro de la diana, sino que ni siquiera le des. Cuanto más grande sea la distancia a cubrir, más importante será apuntar correctamente.
Si continuas viviendo con tus mismos valores, puedes suponer que en gran medida seguirás obteniendo los mismos resultados. Quizá ligeramente mejores si te aplicas conscientemente. Lo más probable es que haya una parte de ti mismo que esté insatisfecha con el lugar hacia el que te estás dirigiendo. ¿A qué aeropuertos te aproximarás pero nunca alcanzarás? ¿Alguna vez estarás en un estado de forma fantástico? ¿Alguna vez serás millonario? ¿Disfrutarás alguna vez de una relación satisfactoria?
¿Y si todo esto fuera posible para ti? ¿Cómo podría suceder? Cambiar conscientemente tus valores puede encaminarte en la dirección más apropiada. La clave es la siguiente: puedes cambiar los valores a lo largo de tu vida. Por ejemplo, si tu principal valor es la salud y ya estás en un estado de forma extraordinario, podrías reducir ligeramente tus entrenamientos y redirigir ese tiempo y energía a ganar más dinero. Tu inversión en salud se reduciría ligeramente, pero probablemente el efecto sería leve a corto plazo. La salud puede seguir entre tus valores prioritarios; simplemente ya no estaría en primer lugar. Al centrarte ahora en la nueva prioridad de Riqueza, finalmente la alcanzarías igual que has alcanzado un estado excepcional de forma. Después de un tiempo, quizá llegues a un punto en el que aumentar tus ingresos deje de resultarte especialmente satisfactorio. Puede que entonces decidas que la contribución es tu valor principal y emplees tus recursos de salud y dinero para generar un impacto positivo en tu entorno. A través de este proceso de cambio consciente de valores puedes pasar de ser una rata de gimnasio a un emprendedor a un filántropo. Has vivido una vida fantástica. Si hubieras mantenido tus valores originales hubieras sido una rata de gimnasio toda tu vida, y gran parte de tu verdadero potencial hubiera permanecido oculto. (Nota: Yo soy, entre otras muchas cosas, una rata de gimnasio ahora mismo).

Cambiando tus valores
¿Cómo decidir cómo cambiar tus valores? Recorres una nueva lista que priorizas, sólo que esta vez se trata de destinos, de resultados, de metas u objetivos. Simplemente repite el proceso anterior con la nueva lista.
Supongamos que tienes la siguiente lista de objetivos en tu vida:
  • Reducir el peso a 70 kilos
  • Convertirme en millonario
  • Mudarme a San Francisco
  • Convertirme en broker
  • Recorrer Asia
  • Enamorarme y casarme
  • Dar una conferencia frente a 5.000 personas
  • Saltar en paracaídas
  • Conseguir un papel en una película
  • Visitar la luna
  • Correr una maratón
Escribe tus objetivos en la vida. Decide cuáles son los más importantes para ti. Establece prioridades en la lista. Da igual si tienes más de 20 puntos; simplemente te llevará más tiempo jerarquizar la lista.
Estos objetivos representan cuál es la “mejor” vida que podrías vivir. No significa una buena o una gran vida; significa la mejor vida. Si una vida en la que no recorrer Asia no es la mejor vida que querrías vivir, entonces incluye ese punto en la lista.
Volviendo a la analogía de los aviones, estos objetivos representan tu lista de aeropuertos. ¿Ves ahora el problema de tener una lista estática de valores? ¿Cómo van a permitirte una única serie de rumbos alcanzar todos esos destinos? Los valores que te permitan convertirte en millonario son diferentes de los que te permitirán casarte. Los valores que te lleven a saltar en paracaídas son diferentes de lo que te permitirán convertirte en broker. En algún punto del camino deberás relajar tu enfoque en algunos de estos objetivos para centrarte en otros, así que te convendrá convertir unas cosas en más importantes que otras, al menos por un tiempo.
Si fallas a la hora de enfocar tu energía en las metas que son realmente importantes para ti, algunas de estas se alejarán, y eso es un precio muy alto que pagar. Puedes tener éxito en tu carrera y no casarte nunca. O puede que te cases pero que nunca disfrutes de un gran estado de forma.
Piensa en algunos de los grandes objetivos que has logrado en tu vida. ¿No es cierto que un objetivo concreto se convirtió en una gran prioridad para ti durante un determinado periodo de tiempo? En el proceso, probablemente de manera inconsciente, tus valores se adaptaron a tu meta. Una vez llegaste adonde querías, los valores que te llevaron hasta allí pasaron a ser menos relevantes.
Ahora que cuentas con una jerarquía de metas, elige las principales para ti y desarrolla conscientemente una lista de valores que te guíen hasta ellas. Supón que pesar 70 kilos es tu prioridad número uno. Para conseguir este objetivo, quizá quieras hacer de la salud tu valor principal. Después puede que la disciplina pase a ser el segundo valor, dado que la necesitarás para seguir una dieta y un programa de ejercicios. Quizá te interese que el aprendizaje sea el tercer valor, de manera que estés dispuesto y receptivo a aprender más sobre nutrición y vida sana. Diseña tu lista de valores en función de tus circunstancias actuales. Como cualquier habilidad, al principio esta puede parecer difícil. Con el tiempo te resultará cada vez más fácil rediseñar tu jerarquía de valores para adaptarlos a tus objetivos.
Cada vez que consigas una meta, es un buen momento para seleccionar otra y actualizar tus valores de manera acorde. Una vez que hayas corrido una maratón, si te sientes preparado para enfocarte en otra cosa, como convertirte en millonario, puedes rebajar tu enfoque en la forma física unos cuantos puntos y entrar en modo de mantenimiento en ese apartado para potenciar valores como la abundancia, el éxito o el coraje, valores que te serán más útiles en tu nuevo camino.
Muchos libros sugieren que derives tus objetivos de tus valores. Yo sugiero el procedimiento contrario: deriva tus valores de tus objetivos. Lo primero puede generar mucha frustración, ya que ciertos valores estáticos pueden hacer que te resulte difícil alcanzar ciertos objetivos o siquiera proponértelos. Es mejor decidir primero los objetivos y luego derivar una jerarquía de valores a partir de ellos. La analogía de los aviones nos ayuda a comprender mejor esto: antes de decidir una trayectoria para un avión, debes decidir primero en que aeropuerto va a aterrizar. Si trazas un rumbo antes de saber el objetivo, experimentarás grandes dosis de frustración tratando de hacer que el avión llegue al aeropuerto que te has propuesto.

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