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viernes, 17 de septiembre de 2010

Lo que produce los cambios es la acción

La vida es como un gran edificio que podemos construir a nuestro antojo.

Si nos preguntamos a nosotros mismos si estamos contentos con nuestra vida y con nosotros mismos, podemos obtener dos respuestas; sí o no. Ante estas respuestas podemos deducir dos cosas, o que realmente estamos satisfechos, o que somos muy poco ambiciosos. 

No sirve de nada tratar de engañarnos a nosotros mismos, debemos buscar nuestras propias debilidades y mejorarlas. Siempre como algo positivo que nos va a ayudar a crecer. 

Entre aquellas personas que están satisfechas consigo mismos podríamos distinguir dos tipos: 

Los presuntuosos: aquellos que no han sabido juzgarse correctamente, ni objetivamente. Es decir, viven totalmente equivocados sin saberlo. 

Los templados: aquellos que saben exactamente dónde están, andan con pasos firmes y seguros. En definitiva, estos son los que debemos tomar como modelos ya que tienen los pies en la tierra con una actitud que les impulsa a alcanzar todo aquello que se proponen. 

Lo que nos impulsa a movernos y emprender nuevas iniciativas son las preguntas que nos hacemos en diálogo interno: 

¿Ambiciono algo más de lo que tengo? 

¿Quiero dar un paso más cada día en vez de acomodarme con lo que ya he conseguido? 

¿Puedo alcanzar aquello que soñé y pensé que era inalcanzable? 

Nadie ha dicho que la vida sea un camino se rosas y mucho menos si lo que queremos se queda en una mera intención. Lo que produce los cambios es la acción. Todo el mundo es capaz de pensar, pero no todo el mundo actúa al respecto. Los pensamientos e intenciones puede ser un simple humo que se evapora si no correspondemos mediante la acción. Todo debe tener un fin práctico que nos haga obtener algún resultado, sino no supone más que una simple pérdida de tiempo. 

Para alcanzar cualquier tipo de meta, es primordial dividir el recorrido en etapas, ya que esto nos ayuda a ir venciendo el camino poco a poco, lo que hace que parezca mucho más corto. 

Para emprender esa nueva vida llena de retos y desafíos se pueden tomar como base cuatro elementos de ayuda: 

1. Tranquilidad activa: sin precipitarse pero sin dormirse. 
2. Mesura: eliminando todos aquellos excesos que no nos lleven a ninguna parte. 
3. Imperturbabilidad: lo importante es lo que se lleva dentro. 
4. Constancia: persecución de un fin concreto y detallado. 

El mundo está lleno de gente descontenta, que vive una vida gris, los días pasan y pasan, pero sin cambios ni aspiraciones. Este tipo de personas viven descontentas pero siguen haciendo las mismas cosas y de la misma manera. No se plantean que las cosas puedan hacerse de un modo diferente. 

Para salir de esa vida gris, primero tienen que saber qué es lo que quieren, para no perder el tiempo. 

Recuerde que el triunfo está al alcance de todos aquellos que encaminen su vida a alcanzar nuevas metas y retos. No basta con saber qué es lo que queremos hacer, hace falta hacerlo.

[
La arquitectura de tu vida, por Abel Berenice: http://www.pnlnet.com/chasq/a/19052]

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